Cubero supo atender a los detalles, y dirigió con tino a los cantantes, ofreciendo un espectáculo completo y de gran calidad.

EL domingo 31, en el Teatro Principal, LittleOpera Zamora recuperó para la escena la ópera La araucana (o Glaura y Cariolano, como también se la conoce), de José Lidón, obra de 1791. Como desde el propio festival se ha reiterado en varias ocasiones, es la primera vez que esta ópera tiene una versión escenificada en tiempos modernos, ya que solo existe una versión en concierto (con una grabación no comercial) realizada en San Petersburgo en 2002.

Al frente del reparto Sonia de Munck (Glaura), con el papel más extenso, muy bien ajustada a su papel, por voz y actuación. El joven tenor Juan de Dios Mateos era su esposo, Cariolano, con una voz muy hermosa de timbre y color. En el otro papel femenino, la mezzosoprano Anna Tonna, aportó voz y cualidades escénicas a su papel. Y el barítono David Oller cumplió con el papel más corto de la obra muy adecuadamente. Dada la brevedad de la obra de Lidón, la producción de LittleOpera Zamora incluyó previamente en el montaje (sin solución de continuidad con la ópera) una tonadilla escénica de 1762 de Luis de Misón, La graciosa y el compositor. La protagonizaron, Tonna y Oller, quienes brindaron una actuación fresca y llena de gracia, y unas voces estilísticamente muy apropiadas. Tanto en la tonadilla como en la propia ópera es de destacar (y de agradecer) la intención (lograda en gran medida) de una pronunciación clara y limpia, por parte de los cantantes.

El encargado de dirigir esta obra ha sido Alberto Cubero, en un empeño participado también por quienes han sido artífices de la nueva edición musical, el musicólogo Luis López Ruiz y el ICCMU, con Álvaro Torrente al frente. El director, con buen criterio, distribuyó a sus músicos entre el foso del teatro y algunos palcos cercanos al escenario, y dirigió a orquesta y cantantes sin que ello fuera obstáculo. La música de Lidón, de aires claramente mozartianos, es de gran belleza, con una escritura por momentos adelantada a su época. Cubero supo atender a los detalles, y dirigió con tino a los cantantes, ofreciendo un espectáculo completo y de gran calidad.

El montaje escénico, obra de Gullermo Amaya, sitúa la escena en la España de los 80, inspirado en el cine quinqui (‘El pico’, de Olea, o ‘Deprisa, deprisa’ de Saura, como ejemplos). Curiosamente, funcionó trasladar un conflicto amoroso situado en la conquista y colonización española de América, a una escena dominada por pandilleros, yonquis y maderos. Aunque no todas las decisiones escénicas encajan, este montaje permite ‘refrescar’ un libreto difícil de asumir actualmente, sin necesidad de cambiar una coma del texto escrito originalmente.

En definitivamente, una edición que supera con creces las anteriores, y que, en nuestra opinión, consolida al Festival como uno de los más interesantes del panorama veraniego. Esperamos poder ofrecer la reseña, dentro de unas semanas, de La Obisparra, de Daniel Blanco, el espectáculo que ha sido pospuesto debido a los incendios de Zamora.

Javier Semberoiz

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