Cubero ha moldeado con sentido y conocimiento la obra.

La Araucana” de José Lidón, “La graciosa y el compositor” de Luis de Missón, tonadilla. Sonia de Munck, Juan de Dios Mateos, Anna Tonna y David Oller. Miembros Orquesta de Castilla y León. Director: Alberto Cubero.

El Festival se cerraba, después de jugosos encuentros preparatorios de estos conciertos y de una sesión infantil en torno al “Cascanueces” de Chaikovski, “ópera interactiva para niñas y niños”, con un programa doble que contenía la tonadilla “La graciosa y el compositor” de Luis de Missón y la ópera “La Araucana” de José de Lidón, al parecer la primera escrita en nuestro país en castellano, estrenada en 1792. Una obra importante titulada en principio “Glauca y Cariolano”, presentada en tiempos modernos años atrás con este título en San Petersburgo bajo la dirección musical de Alexis Soriano y revisada más tarde, a instancias del ICCMU que dirige hoy Álvaro Torrente, por el musicólogo Luis López. Se ha considerado pertinente cambiarle el título, que es ahora más pomposo, pero que realmente no refleja lo que cuenta la mínima anécdota de la conquista de América, que en esta producción ha sido reubicada por el director de escena Guillermo Amaya en los modernos tiempos que reinaba en España la conocida cultura quinqui. Con ello el asunto pierde dimensión histórica y gana en actualidad. La apuesta es discutible desde luego, aunque ello no afecta al texto y menos a la excelente música de Lidón, un verdadero trasunto mozartiano. La influencia del compositor salzburgués se percibe por todos los poros de la partitura; por líneas cantábiles; por estructura de las arias y conjuntos, por instrumentación y orquestación, con hermosos “obbligati” y diálogos instrumentales.

La escritura para las cuatro voces no es árida ni especialmente dificultosa, dado el limpio trazado. El director, Alberto Cubero, ha elevado en ocasiones hacia la octava superior algunos pasajes, que adquieren de este modo un mayor relieve. Desde el pequeño foso del Teatro Principal y con algunos músicos instalados en los palcos, hasta completar un conjunto más bien escaso de algo más de veinte, Cubero ha moldeado con sentido y conocimiento la obra. Hubo, es cierto, momentos en los que al afinación no fue intachable y el balance quedó perjudicado y la sonoridad no fue todo lo depurada que se podría desear, pero el conjunto funcionó en general; gracias también a la intervención de las cuatro voces solistas: la soprano lírico-ligera Sonia de Munck, limpia, grácil, emotiva, refinada; la mezzo lírica Anna Tonna, ajustada, musical, cambiante; el tenor Juan de Dios Mateos, de bruñido metal de lírico-ligero, bien asentado, con sonoridades nasales a veces muy presentes, y el barítono muy lírico -vecino al espectro de los llamados Martin- David Oller, seguro, caluroso, “brillante”. Él y Tonna nos ofrecieron como aperitivo la tonadilla de Misson, actuada con gracia y desparpajo. Arturo Reverter

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