Buena actuación de la Orquesta de Castilla y León, en este caso gobernada por el siempre musical y claro, fraseador nato, Alberto Cubero.

La gala lírica, celebrada al aire libre ha tenido el lógico problema de estar amplificada, lo que no ha impedido el disfrute, para lo cual fue imprescindible la tradicional buena actuación de la Orquesta de Castilla y León, en este caso gobernada por el siempre musical y claro, fraseador nato, Alberto Cubero, que estableció, con la colaboración del conjunto sinfónico, un lecho adecuado para el desarrollo de las piezas vocales. Entremedias un par de oberturas bien delineadas, “Luisa Miller” de Verdi e “Il pirata” de Bellini, y como cierre de la sesión, la cavatina de Manöel y la “Danza española” de la última ópera de Gounod, la muy bien elegida “Le tribut de Zamora”. Aunque al final hubo dos bises líricos: dúo de “La viuda alegre” de Lehar y dúo de “El Gato Montés” de Penella.

Resaltamos en primer lugar la magnífica intervención de la soprano lírica Miren Urbieta-Vega, de voz llena, tornasolada, vibrante, extensa y homogénea. Levemente nasal en algún sonido, manejada con un sólido arte de canto, coloreada y dúctil. La cantante vasca dijo y expresó con donosura, facilidad y plenitud arias de gran calado, como “Pace, pace” de “La forza del destino” de Verdi, iniciada con el prescrito regulador del “forte” al “piano”. Dio a cada episodio lo suyo sin descomponer la figura cerrando con un hermoso Si bemol agudo. Delineó con sutileza el “Ave María” de la también verdiana “Otello”, a falta de un mayor preciosismo. El aria de Nedda de “Pagliacci” de Leoncavallo fue dicha con variada acentuación y llevada al “crescendo” final con habilidad. Dio la carne y la sustancia requeridas y tantas veces hurtadas por voces menos plenas al aria de Micaela de “Carmen” de Bizet.

Colaboró con entendimiento creciente en otras páginas -dúo con Don José de la misma ópera y “Parigi o cara” de “Traviata”- con el tenor Aquiles Machado, que demostró que su veteranía de cincuentón no le impide manejar con sapiencia una voz de lírico ahora bien reforzado de una pasta excepcional, un timbre seductor de ancho aliento y una probada técnica, que en este caso la permitió mantener el tipo y cantar algunas arias tenoriles tan comprometidas como la de Riccardo de “Ballo in maschera” y la de Canio de “Pagliacci”.

Tuvo problemas de ligazón, de ataque y de fraseo, con un legato ahora muy justo, que ocasionaban de vez en cuando apreciables bamboleos, pero la técnica y el conocimiento del métier están para algo y su límpido sonido brilló con frecuencia en la noche zamorana. La sapiencia canora del tenor quedó demostrada asimismo en las dos clases magistrales que dio en los días subsiguientes: consejos, explicaciones fundadas, análisis, claridad conceptual y musical. Ejemplar comportamiento para los seis cantantes que acudieron a recibir sus enseñanzas.

Arturo Reverter.

Crítica: Miren Urbieta-Vega, Aquiles Machado y Natalia Labourdette en la conclusión del festival LittleÓpera de Zamora

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